Autos más caros y menos opciones: el costo de la estrategia “Make America Great Again”
La idea de comprar “americano” ha creado un mercado en el que las decisiones políticas están aumentando el precio de los autos nuevos

Los aranceles de la administración Trump, podrían disparar los precios de los autos nuevos de casi todas las marcas. Foto: Visual Capitalist/Buick/Hyudai. Crédito: Cortesía
Justo a tiempo para el patriótico fin de semana del 4 de Julio, el American-Made Index de Cars.com, que celebra su 20mo. año de publicación, ha vuelto a clasificar todos los vehículos 2025 fabricados y vendidos en Estados Unidos.
Y aunque los resultados del No. 1 no sorprendieron a nadie – el sedán Tesla Model 3 regresó al primer puesto después de cederlo al SUV Model Y en 2024-, las cifras de todo el índice revelan una serie de historias en desarrollo en la industria automotriz y una realidad inquietante para los consumidores.
Si bien más del 55% de los consumidores estarían dispuestos a pagar un poco más por un auto MADE IN USA —motivados por el deseo de impulsar la economía nacional y proteger empleos—, ese “poco más” se traduce en cifras importantes.
El precio promedio de un vehículo ensamblado en Estados Unidos supera los $53,000 dólares, comparado con los $50,000 dólares del promedio general.
Y con la amenaza de los aranceles a los vehículos importados de la administración de Donald Trump, los precios podrían aumentar un promedio de 15%, con lo que la brecha seguirá aumentando.
¿Dónde están los autos económicos?
En el mercado actual, los autos nuevos con precio inicial por debajo de los $30,000 dólares son una especie en peligro de extinción.
Y los pocos que existen —menos del 10%— son importados. De hecho, de los 19 modelos con precio inferior a $35,000 dólares, solo dos se fabrican en Estados Unidos. Es decir, la mayoría de los autos accesibles está expuesta directamente a la presión de los nuevos aranceles, lo que podría dejarlos fuera del alcance para los consumidores con bajo presupuesto.
Esta situación muestra un problema estructural: la desglobalización de la industria no solo encarece el producto final, sino que también reduce la diversidad de opciones disponibles en el mercado.
El espejismo del “MADE IN USA”

Durante años, modelos como las pickup trucks Ford F-150 y Chevrolet Silverado han sido estandartes del patriotismo automotriz de Estados Unidos.
Podcast en inglés: The 2025 Most American-Made Index couldn’t have arrived at a better time
Sin embargo, el informe AMI de Cars.com demuestra que estos modelos ni siquiera figuran en el Top 20 más “estadounidenses” debido a su bajo nivel de partes fabricadas en Norteamérica. La única camioneta que cumple con su promesa de fabricación nacional es la Jeep Gladiator, ensamblada en Toledo, Ohio.
En contraste, marcas coreanas como Hyundai y Kia han hecho apuestas importantes por el ensamblaje local: el Hyundai Ioniq 5, el Kia EV6 y el nuevo SUV eléctrico Kia EV9 ya se producen en Georgia, y el EV6 incluso cuenta con 80% de componentes estadounidenses.
Pero eso no los exime de la tormenta que se avecina por lo aranceles debido al entorno logístico global es cada vez más incierto, y nadie sabe cómo afectará esto al precio, la disponibilidad y la sostenibilidad de la producción, incluso dentro de Estados Unidos y Canadá, que para estos efectos, es un solo país.
Freno inesperado al auto eléctrico
Para complicar más las cosas, los fabricantes se han visto forzados a modificar la estrategia de electrificación total y marcas como Mercedes-Benz también está sufriendo reveses que se traducen en precios más altos para los consumidores.
Ola Källenius, el CEO de la marca alemana, admitió que la transición completa hacia autos eléctricos no será tan rápida como se pensó, debido entre otras cosas a los altos costos de producción, la falta de infraestructura de carga y una demanda que no despega como se esperaba, impulsada en parte por las políticas de gobiernos como el de Estados Unidos.
Como consecuencia, Mercedes-Benz ha decidido continuar fabricando motores de gasolina e híbridos hasta bien entrada la próxima década. Una señal más de que el mercado no se mueve al ritmo de las intenciones corporativas o políticas.
El pasado regresa: el caso Magnequench
Para entender la actual vulnerabilidad de Estados Unidos en materias primas estratégicas, vale la pena mirar atrás. En 1995, General Motors vendió su filial Magnequench —pionera en imanes de neodimio, fundamentales para autos eléctricos y tecnología militar— a un consorcio con participación china.
Años después, la producción fue trasladada a China, dejando a Estados Unidos sin una fuente propia de este insumo vital. Hoy, cuando los autos eléctricos dependen de estos imanes, el país se enfrenta a una dependencia estratégica que pone en jaque tanto la industria como la seguridad nacional.
Irónicamente, el Grupo General Motors es el importador No. 1 de autos MADE IN CHINA para el mercado de México, en otro claro ejemplo sobre las contradicciones del mercado global y las decisiones políticas.
¿Y los consumidores?
En medio de este complejo panorama, marzo de 2025 ofreció una pequeña ventana de respiro: los precios promedio bajaron 0.2% y las cuotas mensuales de financiamiento cayeron a $739 dólares, el nivel más bajo en cuatro años.
Pero fue solo una pausa temporal. Con el aumento proyectado de aranceles y el estancamiento en el índice de asequibilidad de Cox Automotive/Moody’s Analytics, se anticipa una nueva ola de alza en los precios de los autos nuevos.
Los concesionarios han intentado compensar la situación con más incentivos y promociones, lo que provocó que el tráfico de clientes a las salas de exhibición aumentara 10 puntos en el primer trimestre del año, lo que refleja una intención de compra latente, antes de que los precios suban aún más.
Con todos estos elementos de lo que parece una tormenta perfecta, el sueño de fortalecer la producción automotriz en Estados Unidos es legítimo y deseable, pero hacerlo al precio de excluir a millones de consumidores del mercado es una receta para el desastre.
La historia de Magnequench, la crisis de asequibilidad y el retroceso de la electrificación deberían servir como advertencia.
El camino hacia una industria automotriz más fuerte, más limpia y más “Americana” debe ser estratégico, no reactivo y debió haber comenzado hace 50 años, no el 20 de enero pasado., porque lo que está en juego no es solo el precio de un auto, sino el acceso a la movilidad misma.