La desaparición de los malls, un duro golpe a las ciudades que dependen de ellos

Los centros comerciales de todo el país aportan $400 billones de dólares en ingresos fiscales locales anualmente

People walk through an empty Westfield Santa Anita shopping mall on June 12, 2020 in Arcadia, California, as Phase 3 in Los Angeles County's battle with the coronavirus pandemic is underway with businesses reopening. (Photo by Frederic J. BROWN / AFP) (Photo by FREDERIC J. BROWN/AFP via Getty Images)

People walk through an empty Westfield Santa Anita shopping mall on June 12, 2020 in Arcadia, California, as Phase 3 in Los Angeles County's battle with the coronavirus pandemic is underway with businesses reopening. (Photo by Frederic J. BROWN / AFP) (Photo by FREDERIC J. BROWN/AFP via Getty Images) Crédito: FREDERIC J. BROWN | Getty Images

La pandemia de coronavirus está acelerando la desaparición de los centros comerciales de Estados Unidos, lo que sería un golpe demoledor para las ciudades que dependen de ellos.

Cuando un centro comercial cierra, una comunidad pierde más que solo un lugar para comprar una de pizza y tomar una cerveza. En muchas ciudades, el “mall”es un motor económico que contrata a cientos, si no es que a miles de trabajadores y paga una cantidad significativa de dólares de impuestos locales.

Los centros comerciales pagan anualmente $400 billones de dólares en impuestos locales, según el International Council of Shopping Centers (ICSC), un grupo dedicado a los bienes raíces comerciales. Y en Estados Unidos aún operan alrededor de 1,000 centros comerciales, tanto privados como públicos, de acuerdo a la firma de servicios inmobiliarios Green Street Advisors.

“Me preocupo mucho a medida que esta crisis avanza”, dijo el CEO de ICSC, Tom McGee, al portal CNBC. “Nuestra industria financia todo, desde los bomberos y la policía hasta la infraestructura local”.

Antes del COVID-19, los adolescentes conseguían sus primeros trabajos en el centro comercial. Los niños pasaban ahí después de la escuela. Algunos paseantes se daban la vuelta por ahí de manera recreativa. Algunas tiendas familiares abrían sus primeros negocios allí. Y los grandes almacenes, las anclas codiciadas de un centro comercial, prosperaban durante su mejor momento.

Pero el crecimiento del comercio electrónico ha llevado a que menos personas frecuenten los centros comerciales y cuando la pandemia golpeó, éstos fueron cerrados. Algunos, como el Northgate Mall, en Durham, Carolina del Norte, ha cerrado definitivamente. Algunos analistas pronostican que un tercio de los centros comerciales de Estados Unidos desaparecerá para 2021.

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La pesadilla de los alquileres

Como las tiendas minoristas no pueden pagar el alquiler a tiempo, los propietarios de los centros comerciales han dejado de cubrir sus propias cuentas, lo que empeora las cosas durante la pandemia y acelera este efecto dominó.

El propietario de un centro comercial con sede en Tennessee, CBL & Associates, advirtió a principios de este mes que su capacidad de continuar como empresa está en duda después de que los minoristas han omitido los pagos de alquiler durante la crisis por el COVID-19.

Si CBL se ve obligado a declararse en quiebra, sería la primera bancarrota de un propietario de bienes raíces comerciales durante la pandemia. El control de los 108 centros comerciales de CBL podrían volver a los prestamistas y algunas de sus propiedades podrían cerrarse permanentemente si no llegan nuevos propietarios para hacerse cargo.

CoolSprings Galleria, un centro comercial CBL en Franklin, Tennessee, es un ejemplo de una propiedad que es de gran ayuda para la base impositiva local. Pero el “mall” se ha visto afectado durante la pandemia y la ciudad de Franklin ha echado mano de sus reservas presupuestarias para llegar a fin de mes.

“Nuestro centro comercial aumenta significativamente nuestros ingresos”, dice Eric Stuckey, administrador del condado de Franklin. “Si se es tan dependiente de los impuestos a las ventas como nosotros, en un solo mes o dos sentirá el impacto”.

“La recesión tuvo un impacto real en el ingreso disponible. Lo que la gente dejó de gastar en el centro comercial … se tradujo en pérdida de ingresos locales”.

Otros menos afortunados

“Los centros comerciales mueren lentamente, generalmente en un un periodo de pocos años”, señala Lacy Beasley, presidente de la firma de asesoramiento inmobiliario Retail Strategies. “Al principio se cierra una tienda ancla y luego otra. Cuando el centro comercial ha sido declarado muerto por los clientes, es el fin”.

El acelerado cierre de tiendas debido en gran parte a la crisis del coronavirus, se suma a los desafíos de los propietarios de centros comerciales. Los minoristas podrían anunciar hasta 25,000 cierres este año, según un seguimiento de Coresight Research, 55 o 60% están en centros comerciales.

A medida que los inquilinos ancla como J.C. Penney caen en bancarrota, tiendas como American Eagle o Gap suelen tener lo que se conoce como cláusulas de co-arrendamiento para desalojar la propiedad antes si así lo desean. Con suficientes lugares y nada que los reemplace, un centro comercial puede quedar fuera del negocio de esta manera. (Penney ya inició su ventas de liquidación en más de 150 ubicaciones este mes, mientras trata de reestructurar la compañía tras declararse en bancarrota).

Para sobrevivir, los desarrolladores tratan de ser creativos. Una antigua tienda Sears en el West Oaks Mall en Ocoee, Florida, fue convertida en un centro de atención telefónica de Xerox. Ford, por ejemplo, trasladó sus oficinas al lugar que ocupaba la tienda departamental Lord & Taylor en el Fairlane Town Center en Dearborn, Michigan.

“Los centros comerciales pueden ser reconstruidos, pero nunca reemplazarán el impacto que tuvieron en sus mejores tiempos”, dice Beasley de Retail Strategies.

Un golpe al presupuesto

PREIT, un fideicomiso de inversión inmobiliaria que tiene una cartera de 21 centros comerciales en Estados Unidos, incluido el Cherry Hill Mall en Cherry Hill, Nueva Jersey, paga más de $65 millones de dólares en impuestos inmobiliarios cada año. Solo en Pensilvania y Nueva Jersey, la compañía estima que sus centros comerciales representan alrededor de 17,000 empleos.

“Cuando piensas en un centro comercial desde una perspectiva económica, es un motor real, no hay duda al respecto”, señala el CEO de PREIT, Joe Coradino. “Normalmente somos el mayor contribuyente en cualquier condado”.

Un análisis de Retail Strategies describe el impacto que tendría el cierre de un centro comercial en los presupuestos municipales locales.

El tamaño promedio de un centro comercial regional es s de entre 400,000 y 800,000 pies cuadrados, con tres a cinco clientes ancla. Los llamados centros comerciales con calificación C y D, que generan la menor cantidad de ventas por pie cuadrado, son los que están en más riesgo.

Las ventas anuales de un centro comercial promedio C o D sería de entre $90 y $145 millones, según el análisis de Retail Strategies. A una tasa de recaudación de impuestos local del 2%, la localidad en la que se encuentra recaudaría entre $ 1.8 millones y $ 3 millones anuales sólo del impuesto sobre las ventas.

A medida que las compras se han desplomado a lo largo de los años, los condados han intentado ajustar sus presupuestos.

“Las ciudades están más incentivadas para ayudar al comercio minorista ahora que nunca”, agrega Beasley.

Incluso el mayor propietario de centros comerciales en Estados Unidos, Simon Property Group, ha expresado preocupación por este problema.

Simon tiene cerca de 200 centros comerciales y centros de venta, incluido el Roosevelt Field en East Garden City, Nueva York, que tiene una calificación general de A, lo que lo convierte en uno de los mejores operadores en su categoría. Se espera que la mayoría, si no todos, los centros comerciales de Simon permanezcan abiertos a largo plazo.

“Queremos ayudar a las comunidades locales porque realmente dependen de nuestro impuesto a las ventas y nuestro impuesto a los bienes raíces”, dijo el presidente ejecutivo David Simon en mayo, al hablar sobre los planes de la firma para reabrir durante la pandemia de coronavirus.

“Espero que las comunidades aprecien lo que estamos haciendo”, agregó, al referirse el área de Long Island en Nueva York, donde Simon paga más de $ 60 millones anuales en impuestos a la propiedad.

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