Por qué los aranceles de Donald Trump a las importaciones no benefician a nadie

Incluso el senador republicano Ted Cruz reconoció que los aranceles de la administración Trump son "un completo desastre"

Volvo EX30 2025

La Volvo EX30, el SUV 100% eléctrico fabricado en China, fue anunciado en octubre de 2023 con un precio base alrededor e $35,000 dólares, pero ahora cuesta casi $50,000. Foto: Javier Mota. Crédito: Cortesía

En octubre de 2023, Volvo presentó en Barcelona, España, la EX30 su nuevo modelo de SUV eléctrico compacto con lo más avanzado de la tecnología, excelente diseño interior y exterior, 253 millas de rango eléctrico y la promesa de un precio inicial para Estados Unidos de alrededor de $35,000 dólares.

Las reacciones iniciales de la mayoría de los periodistas especializados en la industria automotriz, incluyendo la mía, coincidieron en que se trataba de un verdadero Tesla Killer“. En particular del popular Model Y.

La Volvo EX30 quedó inmediatamente como favorita para ganar el premio al Auto del Año de las prestigiosa organizaciones World Car of the Year y North American Car, Utility Vehicle of the Year (NACTOY), de las cuales soy miembro del jurado.

En ese momento, sin embargo, Volvo no tenía en cuenta que menos de un año después, justo en el momento en que se preparaba a enviar las primeras unidades del Volvo EX30 desde sus fábricas en China, Estados Unidos finalizó la legislación para imponer nuevos aumentos arancelarios de 100% a todos los vehículos eléctricos con etiqueta MADE IN CHINA, además de 25% para las baterías de iones de litio para vehículos eléctricos y 50% para células solares fotovoltaicas.

Un año y medio después la Volvo EX30 por fin está llegando a los concesionarios de Estados Unidos, pero no con el precio de alrededor de $35,000 dólares, sino de $48,395.00 dólares, todo gracias a los aranceles.

El Volvo EX30 Twin Motor Performance Ultra 2025 que estoy probando esta semana, todavía es fabricado en China, con 100% de sus partes, también de origen chino, pero la marca sueca, que desde 2010 es propiedad del Grupo Geely de China, utiliza el programa de devolución de derechos de aduana de Estados Unidos, que permite la exportación del Volvo EX90 fabricado en Carolina del Sur para compensar los aranceles sobre las importaciones del EX30 procedentes de China.

Volvo también ha trasladado la producción del Volvo EX30 de China a Europa, concretamente a Bélgica, para evitar los aranceles.

En resumen, el tema de los aranceles es mucho más complicado de lo que parece a simple vista, pero una cosa es clara: no hay ningún beneficio concreto para los consumidores, que son los que eventualmente terminan pagando la diferencia de los precios.

Industria en caos

En general, todos los fabricantes de automóviles del mundo se han visto obligados a revisar sus planes de producción y previsiones financieras para 2025 y, según los analistas más reconocidos, se espera que los aranceles reduzcan las ventas totales en Estados Unidos de vehículos nuevos entre 3 y 6%, debido principalmente a los aumentos de precios, que ya estaban en cifras récord en abril con promedio de $41,444 dólares.

Los ejemplos sobre los efectos negativos de los aranceles abundan, e incluso Ford Motor Company, que lidera a los fabricantes -excepto Tesla– en ventas de vehículos en Estados Unidos con 80% de producción local, se vio obligado a retirar su pronóstico para 2025, citando costos adicionales de hasta $2,500 millones de dólares por los aranceles.

Además, la compañía anunció que aumentará los precios de tres modelos fabricados en México, con aumentos de hasta $2,000 dólares para algunos modelos, incluyendo la pickup truck , Maverick y el nuevo SUV Bronco Sport, que se fabrican en Hermosillo y el crossover eléctrico Mustang Mach-E, que sale de la planta de en Cuautitlán Izcalli.

Se cualcula que las políticas proteccionistas de la administración Trump le costaran a los fabricantes de automóviles estadounidenses más de $100,000 millones de dólares, a pesar de que se han suavizado en respuesta a la resistencia de la industria.

Toyota, que tiene una amplia red de producción en Estados Unidos, espera una reducción de ganancias de $1,200 millones de dólares (21% menos) entre abril y mayo, debido a los aranceles.

En México, que en los últimos 30 años ha desarrollado una sólida industria automotriz con fábricas de ensamblaje de Audi, BMW, Volkswagen, Toyota, Nissan y Honda, entre otras, además de miles de empresas productoras de partes, también se han empezado a sentir los efectos de la guerra comercial de Estados Unidos, pero existe cierto nivel de confianza en que la crisis será superada a mediano y largo plazo.

“Migrar las capacidades productivas fuera de México podría costar incluso $70,000 millones de dólares y tardar entre cinco y diez años, si se toma en cuenta el resto de la cadena”, le dijo Gabriel Padilla, director de la Industria Nacional de Autopartes (INA) a la revista Expansion. “No se trata solo de levantar naves industriales: es construir desde cero una nueva red de proveedores, ingenieros, técnicos, operadores y rutas logísticas”.

Según sus cálculos, “para eliminar por completo su dependencia de los vehículos fabricados en México, Estados Unidos necesitaría 18 plantas automotrices nuevas con una inversión de entre $50,000 y $70,000 millones de dólares”.

Estados Unidos perdió la capacidad de producción

A pesar de la retórica Trump, la realidad de la industria automotriz moderna es que es prácticamente imposible fabricar vehículos que cumplan al 100% con los requisitos MADE IN USA, simplemente porque Estados Unidos no tiene los recursos naturales o humanos para hacerlo.

Por ejemplo, la empresa Decked, que tiene su sede en Idaho y fabrica repisas deslizables para camionetas, asegura que 95% de sus partes son de proveedores estadounidenses, pero su CEO, Bill Banta, reconoció en una entrevista con The Wall Street Journal, que fue imposible encontrar un proveedor local para ese último 5% que reemplace los rodamientos de bolas que compra en China.

Haas Automation, fabricante de maquinaria industrial con sede en California, presentó un argumento similar.

La compañía importa hierro fundido de China para fabricar las estructuras de sus productos y según su vicepresidente de operaciones externas, Peter Zierhut, “Estados Unidos no cuenta con fundiciones capaces de generar los más de 100 millones de libras que la empresa consume anualmente”, y ve pocas posibilidades de que alguna regrese.

“Construir una nueva planta de fundición de acero en Estados Unidos, requeriría una inversión de cientos de millones de dólares para producir un producto que vale solo unos pocos dólares por libra”, explicó. “Encontrar trabajadores también sería difícil. Simplemente no parece realista que la fundición, una industria de tecnología muy básica, vaya a establecer sus operaciones en Estados Unidos”, añadió.

Mientras todos los sectores de la industria buscan soluciones a corto plazo al caos creado por la administración Trump, las víctimas directas serán los consumidores que deberán pagar precios más altos.

¿Habrá que esperar hasta las elecciones presidenciales de 2028?

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