¿Qué es el obstrucionismo legislativo y por qué es importante para la aprobación del paquete de estímulo de Biden?
Si los demócratas desparecen la regla del "obstrucionismo", podrían sacar adelante las propuestas del presidente Biden por mayoría simple, pero a la larga dañarían una herramienta de la que también se han beneficiado
La historia del obstruccionismo (o filibusterismo para otros), una regla del Senado de Estados Unidos que requiere un voto de “supermayoría” (60 sufragios) en muchos proyectos de ley en lugar de una mayoría directa, ha beneficiado más a la agenda de los republicanos que a los demócratas.
Los primeros días de la presidencia de Joe Biden, con los demócratas controlando ligeramente el Senado, han intensificado el debate sobre si el partido del presidente debería eliminar el obstruccionismo. Si los demócratas del Senado lo hicieran, podrían tratar de aprobar muchos proyectos de ley progresistas con 51 votos, en lugar de 60.
Algunos analistas han señalado que ambas partes han utilizado el obstruccionismo y que ambos podrían sufrir su desaparición. Los demócratas, por ejemplo, obstruyeron a algunos de los candidatos a jueces del presidente George W. Bush, así como las restricciones al aborto y un recorte de impuestos a la herencia. Un Senado sin el obstruccionismo como funciona actualmente, causaría problemas a los demócratas en el futuro.
Algunos antiguos partidarios demócratas del obstruccionismo, como el senador Jon Tester, de Montana, y el propio Biden, han dicho que podrían considerar eliminarlo si los republicanos continúan rechazando los acuerdos. Otros, como Joe Manchin y Kyrsten Sinema, se oponen.
Pero el tema no se decidirá en abstracto, como ha señalado el estratega republicano Liam Donovan. La próxima vez que el Senado considere un proyecto de ley específico que cuenta con el apoyo de una mayoría, pero no de una supermayoría, ese será el tema crucial.
El líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, aceptó buscar un acuerdo con los demócratas para establecer normas que desbloqueen el trabajo legislativo que pone en riesgo las primeras medidas de estímulo dictadas por Biden para enfrentar la crisis económica provocada por el coronavirus.
Un poco de historia
En la década de 1840 (antes de que existiera el término “filibustero”), el senador John C. Calhoun de Carolina del Sur utilizó la técnica para proteger la esclavitud. Durante el siglo siguiente, los demócratas del sur utilizaron repetidamente el obstruccionismo para evitar que los estadounidenses negros votaran y para derrotar los proyectos de ley contra los linchamientos.
Desde la década de 1950 hasta la de 1990, los republicanos del Senado, en colaboración con algunos demócratas conservadores, bloquearon la aprobación de leyes que ayudaran a los sindicatos a organizar a los trabajadores.
Durante las últimas dos décadas, el obstruccionismo ha permitido a los republicanos derrotar una larga lista de proyectos de ley progresistas sobre cambio climático, subsidios al petróleo, financiamiento de campañas, regulación de Wall Street, control de armas, inmigración, igualdad salarial de género y expansión de Medicare.
“El obstruccionismo es una herramienta para preservar el status quo y dificulta el cambio”, le explicó Adam Jentleson a David Leonhart, de The New York Times. Jentleson es un ex asistente de los demócratas en el Senado y autor de “Kill Switch”, un nuevo libro sobre el obstruccionismo.
Jentleson documenta que los fundadores del país no tenían la intención de que la mayoría de la legislación requiriera una supermayoría y que el obstruccionismo surgió de manera natural en el siglo XIX. Alexander Hamilton y James Madison escribieron apasionadas defensas de la regla de la mayoría simple. Protegieron los derechos de las minorías creando un gobierno, con un presidente, dos cámaras legislativas y un poder judicial, en el que hacer una ley, incluso con mayorías simples, era oneroso.
“Lo que a primera vista puede parecer un remedio”, escribió Hamilton, refiriéndose a la regla de la supermayoría, “es, en realidad, un veneno”. Si una mayoría no pudiera gobernar, explicó, conduciría a “tediosos retrasos; negociación e intriga continuas; compromisos despreciables del bien público “.