El aumento de impuestos de Biden a los ricos no es tan radical como parece, dicen analistas
El plan fiscal de Biden, no es radical y por eso es muy poco probable que tenga los efectos dañinos sobre el crecimiento económico que afirman sus críticos.
Entre los cabilderos empresariales y los think tanks conservadores la propuesta de aumento de impuestos propuestos por el presidente Joe Biden para los ricos y las grandes corporaciones no ha sido bien vista.
Biden busca aumentar las tasas impositivas y los impuestos de los que ganan más, de los inversionistas y de los herederos millonarios para financiar una parte de sus dos ambiciosos planes de reactivación económica: American Families Plan y American Jobs Plan, sobre todo este último, enfocado a la creación de infraestructura.
De acuerdo con la Tax Foundation, el mandatario quiere elevar el impuesto a las ganancias de capital a “máximos no vistos desde la década de 1920”. Suzanne Clark, de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, calificó el plan de “indignante”; Jay Timmons, de la Asociación Nacional de Fabricantes, describió el aumento propuesto para la tasa de impuestos corporativos como “arcaico” y Brendan Bechtel, el director ejecutivo de la empresa constructora que lleva su apellido, dijo que “no es algo justo”.
Pero toda esa palabrería ha oscurecido el debate sobre el plan fiscal de Biden: en realidad, no elevaría las tasas impositivas para los ricos a niveles tan altos, históricamente hablando.
Si todos los aumentos de recaudaciones propuestos por Biden se aprobaran, el impuesto corporativo, así como los impuestos a la inversión y el ISR para los que más ganan, la tasa impositiva federal total para los ricos aún sería significativamente más baja que en las décadas de 1940, 1950, 1960 y 1970. También permanecería algo más baja que a mediados de la década de 1990, según un análisis que Gabriel Zucman de la Universidad de California, Berkeley
De acuerdo con Zucman, los impuestos a los ricos se han desplomado en los últimos 70 años. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, muchas corporaciones pagaron aproximadamente la mitad de sus ganancias en impuestos federales (los accionistas desproporcionadamente ricos pagan aún esas tasas). Pero hoy en día, los impuestos corporativos son solo una cuarta parte del monto del PIB, como lo eran en los años 50 y 60.
Durante la mayor parte del último cuarto de siglo, los impuestos a los ricos han seguido cayendo, incluidas las tasas sobre las ganancias corporativas, los ingresos personales, los dividendos en acciones, las tenencias de acciones y las herencias. Barack Obama revirtió algunas disminuciones, pero solo algunas.
“El efecto neto de la política federal de impuestos sobre la renta durante los últimos 25 años ha sido la reducción de los ingresos totales recaudados de los principales asalariados”, dijo Owen Zidar, economista de la Universidad de Princeton.
Así es que, te guste o no te guste, el plan fiscal de Biden, no es radical. Por esa razón, es muy poco probable que tenga los efectos dañinos sobre el crecimiento económico que afirman sus críticos. Hay un punto a tomar en cuenta: en la década de 1990, la última vez que las tasas impositivas fueron tan altas como las que propuso Biden, la economía experimentó un auge. También creció rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tasas impositivas eran aún más altas.
La historia sugiere que las tasas impositivas para los ricos no son el principal determinante del crecimiento económico (y, en todo caso, a veces pueden impulsar el crecimiento), dice el periodista de The New York Times, David Leonhart. El efecto principal del plan fiscal de Biden probablemente no impactará al PIB, pero dependerá de la carga fiscal relativa que paguen las personas adineradas. Cuando denominan al plan como injusto, arcaico e indignante, realmente demuestran que disfrutan pagando tasas impositivas bajas.