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Millones perderían Medicaid si avanza este controvertido plan

Significará hospitales rurales que cerrarán alas enteras, familias que tendrán que decidir entre pagar una consulta médica o la renta, niños sin sus terapias

Medicaid

Te contamos quién podría perder el Medicaid. Crédito: Shutterstock

Mientras avanza con fuerza en los pasillos del Congreso, el llamado “Big Beautiful Bill” se presenta como una joya legislativa: promesas de recortes fiscales, reducción del “gasto innecesario” y una visión de eficiencia económica. Pero bajo su barniz de prosperidad, este proyecto de ley ha encendido alarmas en todo el país, especialmente entre los defensores de la salud pública. Y es que no se trata solo de cifras: está en juego la vida de millones de personas que dependen de Medicaid para acceder a servicios básicos de salud.

Una reforma fiscal… ¿a costa de la salud?

De acuerdo con la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), el “Big Beautiful Bill” prevé una reducción de $793,000 millones de dólares en el gasto de Medicaid en los próximos nueve años. Esta cifra, por sí sola, podría parecer una estrategia para equilibrar el presupuesto. Sin embargo, cuando se traduce a consecuencias humanas, la proyección es alarmante: más de $10.9 millones de estadounidenses perderían su cobertura médica.

Las comunidades más afectadas no son las que tienen influencia política o grandes ingresos, sino aquellas que ya enfrentan barreras estructurales para acceder a la salud: trabajadores informales, personas mayores, madres solteras, personas con discapacidad, niños con enfermedades crónicas y millones de estadounidenses en situación de pobreza.

“Una decisión como de lanzar a la gente al mar sin chaleco”. Así lo expresó Clara Johnson, madre de tres hijos y residente de Arkansas, donde uno de sus hijos depende de Medicaid para recibir tratamiento contra el asma. “Este proyecto es como dejar a la deriva a millones de personas en un mar abierto, sin chaleco salvavidas”, dijo en una reunión comunitaria.

Esa metáfora parece resumir el temor que se ha ido acumulando en diversos sectores del país. Porque el recorte no es abstracto: significará hospitales rurales que cerrarán alas enteras, familias que tendrán que decidir entre pagar una consulta médica o la renta, niños que no podrán acceder a terapias de desarrollo, y personas mayores que perderán asistencia para necesidades básicas como medicamentos o cuidados a domicilio.

¿Qué propone exactamente el proyecto?

Aunque aún no se conoce la versión final del “Big Beautiful Bill”, sus versiones preliminares incluyen:

  • Reducción de la expansión de Medicaid aprobada durante la era Obama.
  • Eliminación gradual de los fondos federales adicionales destinados a estados que ampliaron el programa.
  • Reasignación de fondos a programas privados y deducciones fiscales para empresas.
  • Cambios en la elegibilidad, que obligarían a muchos beneficiarios actuales a reenviar comprobantes laborales con mayor frecuencia, bajo amenaza de perder su cobertura.

Los defensores del proyecto argumentan que estas medidas eliminarán fraudes y reducirán el “dependencia gubernamental”, pero los expertos en políticas públicas advierten que los filtros administrativos muchas veces excluyen a personas vulnerables que, por barreras idiomáticas, limitaciones cognitivas o simples problemas tecnológicos, no logran cumplir con requisitos cada vez más exigentes.

Su impacto

Los datos del Censo y del propio Departamento de Salud indican que Medicaid cubre a más del 50% de los niños afroamericanos y latinos en varios estados. También es una fuente vital de cobertura para personas indígenas, comunidades migrantes y personas con enfermedades mentales que no cuentan con otro respaldo.

“Esta propuesta profundiza la desigualdad estructural”, advirtió el Dr. Henry Morales, experto en salud pública de la Universidad de Georgetown. “No se puede hablar de justicia fiscal mientras se desmantela el acceso a servicios de salud esenciales para los más vulnerables”.

¿Por qué ahora?

El impulso del proyecto parece responder a dos factores clave: presión política por demostrar disciplina fiscal, y el deseo de dar una victoria simbólica a sectores que han criticado históricamente los programas sociales. Sin embargo, en el proceso, el país se encuentra ante una encrucijada moral: ¿es aceptable reducir impuestos a costa del acceso a salud de millones?

A lo largo del país han comenzado a surgir protestas. Desde pequeños grupos organizados en iglesias locales hasta coaliciones nacionales de médicos, defensores legales y organizaciones de derechos civiles, la resistencia al “Big Beautiful Bill” está creciendo.

“No estamos en contra de la eficiencia fiscal”, dijo Teresa Allen, portavoz de la organización Salud Para Todos. “Pero lo que no podemos permitir es que se recorten derechos humanos bajo el pretexto de ahorrar dinero. La salud no es un lujo, es un derecho”.

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