Cómo los cheques de estímulo y créditos tributarios por hijos evitan la pobreza extrema y mejoran el cerebro de los niños

Hay varios estudios que han analizado el cómo los niveles de pobreza impactan el aprendizaje, memoria y desempeño de los niños. Una salida temporal para ayudarlos fueron los cheques de estímulo y los créditos tributarios por hijos

Familia latina en EEUU

Existen varios estudios que indican que el cerebro puede ser influido por el nivel de pobreza que viva un niño. Crédito: Shutterstock

En el 2020, había 37.2 millones de personas en condición de pobreza, aproximadamente 3.3 millones más que en el 2019. En ese mismo año, todos los niveles de la población sintieron con fuerza la llegada de la pandemia del Covid-19, que trajo más pobreza para algunos y menores ingresos para otros. Luego de que el gobierno otorgara diversas subvenciones, como los cheques de estímulo, mediante el Plan de Rescate Estadounidense para ayudar a los más afectados económicamente por el coronavirus. Se demostró que unos 3.7 millones de niños cayeron en la pobreza en enero, principalmente por la extinción del Crédito Tributario por Hijos (CTC, por sus siglas en inglés) de 2021.

En general, un total de 12,574,000 niños en Estados Unidos estaban en la pobreza en enero del 2022, en comparación con 8,912,000 en diciembre del 2021, según los datos analizados por el Centro de Pobreza y Política Social de la Universidad de Columbia.

Con estas alarmantes cifras queremos hacer ver que la pobreza no distingue entre religión, ni sexo ni nacionalidad, siendo Estados Unidos un país de primer mundo, le llega a millones de sus habitantes y los niños siguen siendo ese eslabón más vulnerable.  Y esto les afecta no solamente a nivel desarrollo profesional, a nivel competitivo, a nivel académico, también a nivel emocional.

Esto ha quedado demostrada en una investigación que realizó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, por sus siglas en inglés) en el 2022: estudiaron el rendimiento académico de estudiantes de 15 años de todo el mundo y encontraron que los niños estadounidenses tenían puntuaciones más bajas en lectoescritura y aritmética, peores habilidades de autorregulación y participaban en menos actos de cooperación, amabilidad y otras conductas prosociales que los niños de Inglaterra y Estonia.

Poco después, se vino con todo la pandemia del Covid-19 y entonces sucedió lo que ya todos conocemos y hemos vivido: confinamientos, cierres y una desestabilización laboral y económica para millones de personas en Estados Unidos y el resto del mundo.

Por qué esta brecha entre los niños estadounidenses y los de otros países

Es algo que ha intentado descubrir un estudio reciente realizado por la Universidad de Harvard. En él se analiza cómo las políticas públicas que han sido destinadas a reducir los daños de la pobreza, como el Crédito Tributario por Hijos, los cheques de estímulo y la ayuda para el cuidado infantil, por mencionar algunas, pueden ayudar a generar cerebros más granes en los niños estadounidenses.

Para llegar a esta determinación, los expertos de la Universidad de Harvard estudiaron las imágenes cerebrales de 11,000 niños de 17 estados del país y que pertenecen a familias de escasos recursos. Uno de sus primeros resultados fue que aquellos pequeños que se encontraban viviendo en lugares con beneficios más grandes, su cerebro tenía mayor disposición para aprender, para memorizar cosas y para procesar sus emociones.  La conclusión primordial fue que el cerebro y el nivel de pobreza tienen una relación determinante en los niños en pleno crecimiento. 

“La pregunta que teníamos es si la magnitud de esa asociación, es decir, cuánta [conexión] tiene crecer en una familia que vive en la pobreza en el desarrollo del cerebro de un niño, varía según el lugar donde vives”, explica en la investigación, Kate McLaughlin, psicóloga de Harvard.

La diferencia entre los niños de un lugar a otro puede ser abismal. Según Harvard, ésta era de casi un 40% en el tamaño del cerebro de un menor que vivía en un estado donde había constantes apoyos económicos del gobierno, con uno donde vivía en un lugar donde no había subvenciones.

“¿Podría utilizar políticas públicas efectivas para tratar de reducir el impacto de la pobreza en el desarrollo cerebral de los niños?. La respuesta parece ser sí”, añadió McLaughlin, publica New England Public Media.

Para el investigador David Weissman, el factor de la pobreza tiene más bien una repercusión en el ambiente que rodea a los menores, es decir, que por ejemplo, en los estados donde hay más inversión a nivel educativo, lo que hace que estén expuestos a un menor estrés, en comparación con sus pares que viven en lugares donde no hay este tipo de acciones.

Otros como Prity Shah, quien dirige el programa de intervención temprana de ServiceNet, piensan que también tiene que ver la calidad de tiempo que los padres pasan con sus hijos, actitudes que tienen repercusiones directas en el cerebro de los menores. En esta brecha, explica que la ayuda por cuidado infantil puede marcar una gran diferencia.

“Proporciona un entorno más enriquecido donde tienen oportunidades de socialización. Están teniendo un espacio de juego más grande, por lo que tienen más oportunidades de moverse. Tienen muchos juguetes y experiencias diferentes para el niño”, añadió Shah.

Otro estudio realizado en el 2018 y titulado Baby’s First Years (Los primeros años del bebé, en su traducción al español) tiene una muestra similar sobre el impacto de la pobreza en el cerebro de los niños.

Dirigido por la Dra. Kimberly Noble, neurocientífica y pediatra del Teachers College de la Universidad de Columbia, como parte de la investigación se otorgaron al azar a 1,000 madres con recién nacidos que vivían en la pobreza en la ciudad de Nueva York, Nueva Orleans, Twin Cities y Omaha, una tarjeta de débito mensual con hasta $333 dólares.

Luego fueron recopilando con diversas acciones toda la actividad cerebral de los hijos de estas madres al momento de tener entre uno y tres años de vida, por medio de visitas a casa. Luego extendieron su investigación hasta cuando los pequeños cumplieron sus cuatro años.  Y aunque sus datos aún no son concluyentes, ya que sigue en continua investigación, buscan demostrar la relación que existe entre la reducción de la pobreza y el desarrollo del cerebro de los niños, revela The New York Times.

Y es que hasta diciembre del año pasado, las familias de escasos recursos recibieron ayuda en varias vertientes; primero, mediante tres cheques de estímulo; uno por $1,200 dólares, el segundo por $600 dólares y el tercero, por $1,400 dólares. También pudieron calificar para el Crédito Tributario por Hijos extendido, que repartió pagos mensuales a las familias con dependientes menores de 18 años. El monto total que se podía recibir fue de hasta $3,600 dólares para quienes tuvieran hijos menores de seis años y de hasta $3,000 dólares para quienes tuvieran hijos menores de 18 años.

Si bien ya se ha hablado de los millones de niños que han sido afectados con la finalización de pagos, en el Congreso no se ha avanzado para extender estos pagos: si bien hay una intención del presidente Joe Biden, la propuesta se ha estancado y parece no destrabarse a corto plazo.

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